Inés Ríos, Counsel en Uría Menéndez, es una joven de sonrisa imborrable que, tras vivir muy de cerca el cáncer, “trata de ser y de vivir mejor de lo que lo hacía antes”.
“Esto del cáncer no es una lucha con vencedores y vencidos, es una enfermedad”.
¿Cómo y cuándo supiste que tenías cáncer de mama?
Fue algo distinto a lo que imagino que es el proceso habitual de diagnóstico. Tenía un volante para hacerme la mamografía de mi revisión ginecológica anual que no había usado —en la vorágine de trabajo— cuando me noté un bulto en un pecho. Aunque había tenido otros antes, este me pareció distinto y me preocupé. Pero no fui al médico, sino que fui directa a hacerme la mamografía e inicié una rueda de pruebas, ecografía, resonancia y punción sin decírselo a nadie. Dos semanas después, recogí los resultados, los leí y comprobé que no eran buenos. Así que, la primera noticia no me la dio un médico, sino que la recibí en frío y por escrito. Ese mismo día, sin saber muy bien qué hacer, busqué un médico, me visitó y ahí empezó todo.
¿Qué es lo primero que se te pasó por la cabeza?
Lo primero que pensé fue, “otra vez no”. Conocí el diagnóstico en diciembre de 2018 y justo un año antes había muerto mi madre de un cáncer de endometrio con metástasis en el pulmón. Habían sido unos años muy duros para nosotras así que lo primero que me vino a la cabeza fue, “no, por favor, necesito que la tregua sea más larga”. Me enfadé mucho porque no me parecía justo y lloré de rabia. Lo segundo o simultáneo fue sentir miedo ante lo desconocido —aunque el cáncer no lo fuera del todo para mí, ¡qué diferente es cuando te toca ser la enferma!—, un nudo en el estómago, vértigo y ganas de llorar al pensar que no podría hacer todo lo que me quedaba pendiente.
¿Cómo recuerdas la etapa de la quimioterapia?
No descarto que después de dos años haya idealizado la quimioterapia pero, no la recuerdo como algo terrible. Es un tratamiento duro en muchos aspectos, el físico y el psíquico pero, en mi caso, ir a las sesiones de quimioterapia no fue dramático. Tuve la suerte de ir a las 16 sesiones acompañada de amigos y creo que justo eso marcó la diferencia. Yo había acompañado a mi madre (y muchos años antes a mi padre) a quimioterapia y no tenía ganas de reír porque estaba muy angustiada. Con esto no quiero decir que tus amigos no estén preocupados por ti, pero su visión y su papel es distinto. Para ellos es más “fácil” hacerte reír, tener charlas banales, montar fiestas de recuperación. También hubo alguna sesión dura sobre todo al final, cuando el cansancio después de muchos ciclos era mayor.
Lidiar con los efectos de la quimioterapia es otro tema. Ahí hubo de todo, días duros, malestar, cansancio extremo y alguna que otra visita al hospital por efectos colaterales, pero lo único bueno de la quimioterapia es que tiene un principio y un final. Sabes el número de sesiones y se trata de conseguir ir tachando los días del calendario.
¿Qué es lo que más te costó vivir durante esa etapa?
Lo que más me costó fue asumir que para recuperarme tenía que vivir un proceso lento y que yo no controlaba. Soy muy impaciente y en el cáncer tienes que aprender a no serlo. Todo es lento, tienes que cumplir un planning y, en ocasiones, ese plan se retrasa porque tus defensas así lo quieren.
También fue difícil gestionar el miedo a que mi aspecto físico cambiase. Soy muy presumida y me preocupaba no solo el pelo, sino otros cambios permanentes en mi fisonomía, en mi peso. Puede parecer banal pero, al menos para mí, no lo es. Me hace gracia cuando te dicen que tienes que salir y estar activa durante el tratamiento y no piensan que para salir no solo tienes que vencer el cansancio y el malestar, sino también tu apariencia cuando te miras en el espejo.
Otra de las cosas que me costó fue entender que no tienes que estar bien y contenta todos los días. El cáncer no se cura teniendo buen carácter. Tenerlo te ayuda y ayuda a tu entorno a sobrellevar mejor esta etapa, pero eso no debe suponer una presión adicional (bastante duro es ya es tener esta enfermedad) que no te permita estar mal, triste o desanimada a ratos, días o semanas. Lo de tener derecho a estar mal debería ser así siempre, pero en mi caso me autopresioné tanto para estar bien y no generar más dolor al resto de personas que en algún punto se hizo difícil.
¿Qué es lo que más te ayudó a salir adelante?
Mis amigos (y ahí incluyo a mi familia postiza). Mi oncólogo y su equipo, en especial, mi enfermera. Tuve tanta suerte que me parece increíble si pienso en ello. Mis amigos no me dejaron ni un día, entendieron que necesitara mi espacio y que tuviera días malos, me cuidaron, me hicieron pasteles después de la quimio, me entendieron y se portaron de 10. No podría haber tenido mejores amigos ni mejor apoyo durante la enfermedad.
Tener un doctor y un equipo médico espectacular también fue el mejor apoyo para salir adelante. Para mí ir a las revisiones es un motivo de alegría (también de nervios, no lo niego) porque es una oportunidad para verles y reírme de nuevo con ellos.
¿Qué apoyo recibiste por parte del despacho durante la enfermedad?
El apoyo fue total. Desde el primer día pusieron a mi disposición todo lo que pudiera necesitar, mis compañeros asumieron mi trabajo en su totalidad y solo me llamaron para preguntarme cómo estaba, me dieron libertad absoluta para gestionar mi vuelta. No solo pude decidir cuándo reincorporarme, sino cómo hacerlo de modo que la vuelta fuera progresiva.
Solo puedo estar agradecida a cómo se portó el despacho, me sentí muy acompañada y apoyada a todos los niveles.
¿Cómo te sientes tras haber superado al cáncer?
Me siento más fuerte a pesar de que me hizo darme cuenta de que yo, que había pasado por tantas cosas sola, también necesitaba ayuda. Una compañera del despacho que había pasado por lo mismo un año antes me dijo una cosa que se me quedó clavada: cuando salgas de esto serás mucho más sabia. El cáncer te enseña muchas cosas que ahora son esenciales para mí. Te enseña a disfrutar y apreciar el momento, a valorar a los que tienes al lado, a descartar a quien y a lo que no te compensa. La perspectiva con la que se afronta la vida es distinta después de pasar por un cáncer. No eres mejor persona, pero sí tratas de ser y de vivir mejor de lo que lo hacías antes.
¿Qué le dirías a una mujer a la que acaban de diagnosticar cáncer de mama?
Que, pasado el miedo, la tristeza y la rabia del diagnóstico, queda un camino en el que debe seguir las pautas e indicaciones de los médicos y que eso es bueno porque te deja poco margen de maniobra y el espacio para pensar se reduce. Que esto del cáncer no es una lucha con vencedores y vencidos, es una enfermedad en la que quien manda son los médicos y una debe limitarse a ser la mejor paciente que pueda.
Le diría que se deje mimar y cuidar por sus seres queridos. Que, aunque sea fuerte es bueno pedir y recibir ayuda. Que también reclame su espacio y sus momentos para estar mal y que si esos momentos malos superan a los buenos pida ayuda psicológica durante el tratamiento.